Lectura 26 ~ El porqué de la cruz

26

Cristo sufrió y murió . . .

PARA PONER FIN AL SACERDOCIO DEL ANTIGUO TESTAMENTO Y CONVERTIRSE EN EL SUMO SACERDOTE ETERNO

Y los otros sacerdotes … por la muerte no podían continuar; mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. … [Jesucristo] no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
Hebreos 7:23-27

Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.
Hebreos 9:24-26

Todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios.
Hebreos 10:11-12

Una de las más grandes frases de la verdad cristiana es «una vez por todas». Viene de la palabra griega (efapax) y quiere decir «una vez para siempre». Significa que algo sucedió que fue decisivo. El acto logró tanto que no es necesario que se repita jamás. Todo esfuerzo por repetirlo podría desacreditar el logro que tuvo lugar «una vez para siempre».

Era una sombría realidad que año tras año los sacerdotes de Israel tuvieran que ofrecer sacrificios de animales por sus propios pecados y por los pecados del pueblo. Yo no quiero decir que no hubiera perdón. Dios estableció estos sacrificios para el alivio de su pueblo. La gente pecaba y necesitaba un sustituto que sufriera su castigo. Fue por misericordia que Dios aceptó el ministerio de sacerdotes pecadores y animales sustitutos.

Pero había un lado oscuro en esto. Tenía que realizarse una y otra vez. La Biblia dice: «Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados» (Hebreos 10:3). El pueblo sabía que cuando ellos ponían las manos sobre la cabeza de un toro para transferir sus pecados al animal, después tendría que hacerse otra vez. Ningún animal sería suficiente para sufrir por los pecados humanos. Los sacerdotes pecadores tenían que sacrificar por sus propios pecados. Los sacerdotes mortales tenían que ser reemplazados. Los toros y los machos cabríos no tenían vida moral y no podían llevar la culpa del hombre. «La sangre de los toros y los machos cabríos no puede quitar los pecados» (Hebreos 10:4).

Pero había un ribete de plata en esta nube de insuficiencia sacerdotal. Si Dios honraba aquellas cosas inadecuadas, ello sería porque un día enviaría a un siervo calificado para completar lo que aquellos sacerdotes no podían realizar: erradicar el pecado una vez por todas.

Eso es lo que Cristo es. Jesús vino a ser el Sacerdote definitivo y el Sacrificio definitivo. Inmaculado, no ofreció sacrificios por Él mismo. Inmortal, nunca tiene que ser reemplazado. Humano, podía llevar los pecados humanos. Por lo tanto, no ofreció sacrificios por sí mismo; se ofreció a sí mismo como el sacrificio definitivo. Nunca habrá necesidad de otro. Hay un mediador entre nosotros y Dios. Un sacerdote. No necesitamos otro. Felices aquellos que se acercan a Dios sólo a través de Cristo.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Want to say something? Post a comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *