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Cristo sufrió y murió . . .
PARA LLAMARNOS A SEGUIR SU EJEMPLO DE HUMILDAD Y VALIOSO AMOR
Esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente, … Para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.
1 Pedro 2:19-21
Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado.
Hebreos 12:3-4
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:5-8
Imitación no es salvación. Pero la salvación trae imitación. Cristo no nos es dado primero como modelo, sino como Salvador. En la experiencia del creyente, primero viene el perdón de Cristo, luego el modelo de Cristo. En la experiencia de Cristo mismo, ellas vienen juntas: El mismo sufrimiento que perdona nuestros pecados nos ofrece un modelo de amor.
En realidad, sólo cuando experimentamos el perdón de Cristo puede Él convertirse en modelo para nosotros. Esto suena equivocado porque sus sufrimientos son únicos. No pueden ser imitados. Nadie sino el Hijo de Dios puede sufrir «por nosotros» en la forma que Cristo sufrió. Él llevó nuestros pecados en una forma que ninguno otro pudiera. Fue un sustituto sufriente. Jamás podremos duplicar esto. Fue una vez por todas, el justo por los injustos, El divino sufrimiento vicario por los pecadores es inimitable.
Sin embargo, este sufrimiento único, después de perdonar y justificar a los pecadores, los transforma en personas que actúan como Jesús: no como Él en perdonar, sino como Él en amar. Como Él en sufrimiento para hacer bien a otros. Como Él en no devolver mal por mal. Como Él en humildad y mansedumbre. Como Él en soportar pacientemente. Como Él en servidumbre. Jesús sufrió por nosotros de manera única, para que nosotros pudiéramos sufrir con Él en la causa del amor.
El apóstol de Cristo, Pablo, dijo que su ambición era primero participar en la justicia de Cristo por fe, y entonces compartir en sus sufrimientos en el ministerio. «[Pueda yo] ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo… a fin de … [participar] de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte» (Filipenses 3:9-10). La justificación precede y hace posible la imitación. El sufrimiento de Cristo para la justificación hace posible nuestro sufrimiento para la proclamación. Nuestro sufrimiento por otros no aparta la ira de Dios, sino que muestra lo que vale estar libre de la ira de Dios por el sufrimiento de Cristo. Esto conduce a las personas a Él.
Cuando la Biblia nos pide que todo lo soportemos «por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús» (2 Timoteo 2:10), quiere decir que nuestra imitación de Cristo conduce a las personas a Él, al único que puede salvar. Nuestro sufrimiento es crucial, pero sólo Cristo salva. Por tanto, vamos a imitar su amor, pero no tomar su lugar.