Author: elpuenteccs
Cuatro regalos de Dios que pueden transformar nuestra vida [Leonardo Morales]
Presentación PowerPoint para el mensaje:
Cuatro regalos de Dios que pueden transformar nuestra vida
Cómo conocer y hacer la voluntad del Padre [Leonardo Morales]
Presentación PowerPoint para el mensaje:
Cómo conocer y hacer la voluntad del Padre]
La oración de Agur [David Berkey]
Presentación PowerPoint para el mensaje:
La oración de Agur
Lectura 50 ~ El porqué de la cruz
50
Cristo sufrió y murió . . .
PARA MOSTRARNOS QUE EL PEOR MAL DIOS LO ENCAMINA A BIEN
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
Hechos 4:27-28
Lo más profundo que podamos decir sobre el sufrimiento y el mal es que, en Jesucristo, Dios tomó el mal y lo convirtió en bien. El origen del mal está rodeado de misterio. La Biblia no nos lleva tan lejos como quisiéramos ir. Más bien nos dice que las cosas secretas pertenecen a Dios (Deuteronomio 29:29).
Lo más importante en la Biblia no es la explicación de dónde proviene el mal, sino una demostración de cómo Dios entra en él y lo convierte en todo lo contrario: justicia y gozo permanentes. Había señales en las Escrituras a lo largo del camino de que esto sería así en cuanto al Mesías. A José, el hijo de Jacob, lo vendieron como esclavo en Egipto. Por diecisiete años Dios pareció abandonarlo. Pero Dios estaba en esto y lo hizo gobernador de Egipto, de modo que durante una gran hambruna pudo salvar a los mismos que lo vendieron. La historia se resume en una palabra de José a sus hermanos: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20). Fue una prefiguración de Jesucristo, que se vio abandonado a fin de salvar.
O considérese el antepasado de Cristo. Dios había sido el único rey en Israel. Pero el pueblo se rebeló y pidió un rey humano: «No, sino que habrá rey sobre nosotros» (1 Samuel 8:19). Más tarde confesaron: «A todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros» (1 Samuel 12:19). Pero Dios estaba en eso. Del linaje de aquellos reyes Dios trajo a Jesús al mundo. El inmaculado Salvador tuvo su origen terrenal en el pecado cuando vino a salvar a los pecadores.
Pero lo más asombroso es que el mal y el sufrimiento fueron el camino señalado a Cristo para vencer sobre el mal y el sufrimiento. Cada acto de traición y brutalidad contra Jesús fue pecaminoso y malo. Pero Dios estaba en eso. La Biblia dice: «[Jesús fue] entregado [a muerte] por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios» (Hechos 2:23). El latigazo en sus espaldas, las espinas en su cabeza, la escupida en su mejilla, los arañazos en su cara, los clavos en sus manos, el lanzazo en su costado, la burla de los gobernantes, la traición de su amigo, la deserción de sus discípulos: todo fue el resultado del pecado, y todo lo concibió Dios para destruir el poder del pecado. «Se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera» (Hechos 4:27-28).
No hay mayor pecado que odiar y matar al Hijo de Dios. No había mayor sufrimiento ni mayor inocencia que el sufrimiento y la inocencia de Cristo. Sin embargo, Dios estaba en todo eso. «Jehová quiso quebrantarlo» (Isaías 53:10). Su objetivo, a través del mal y el sufrimiento, fue destruir el mal y el sufrimiento: «Por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5). ¿No es cierto entonces que la pasión de Jesucristo Dios la encaminó a mostrar al mundo que no hay pecado ni mal tan grande que Dios, en Cristo, no pueda convertirlos en justicia y gozo eternos? El mismo sufrimiento que nosotros causamos se convirtió en la esperanza de nuestra salvación. «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.
¿Es la resurrección real? [David Berkey]
Lectura 49 ~ El porqué de la cruz
49
Cristo sufrió y murió . . .
PARA QUE SEAMOS CORONADOS CON GLORIA Y HONOR
Pero … a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte.
Hebreos 2:9
Estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
Filipenses 2:8-9
El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
Apocalipsis 5: 12
La noche antes de su muerte, sabiendo lo que venía, Jesús oró: «Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:5). Y así ocurrió: Fue «coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte» (Hebreos 2:9). Su gloria fue el premio de su padecimiento. Fue «obediente hasta la muerte… por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo» (Filipenses 2:8-9). Precisamente porque fue inmolado, el Cordero es «digno … de recibir la honra, la gloria y la alabanza» (Apocalipsis 5:12). La pasión de Jesucristo no simplemente precede a la corona: fue el precio, y la corona fue el premio. Murió para obtenerlo.
Muchas personas tropiezan con este punto. Dicen: «¿Cómo puede esto ser amor? ¿Cómo puede Jesús estar motivado para darnos gozo si lo que quiere es obtener su gloria? ¿Desde cuándo es la vanidad una virtud?» Esa es una buena pregunta, y tiene una maravillosa respuesta bíblica.
La respuesta descansa en aprender lo que es un gran amor. Muchos de nosotros hemos crecido pensando que ser amado significa que nos den mucha importancia. Nuestro mundo entero parece estar construido sobre esta suposición. Si yo te amo, te doy mucha importancia. Yo te ayudo a sentirte bien acerca de ti mismo. Es como si un vistazo del yo fuese el secreto del gozo.
Pero sabemos que hay algo mejor. Aún antes de llegar a la Biblia, sabemos que no es así. Nuestros momentos de mayor felicidad no han sido momentos de saturación de uno mismo, sino momentos de olvidarse de uno mismo. Ha habido tiempos cuando nos parábamos junto al Gran Cañón, o a los pies del Monte Kilimanjaro, o contemplábamos una asombrosa puesta de sol en el Sahara, y por un fugaz momento sentíamos el gozo de una verdadera maravilla. Para esto hemos sido creados. El Paraíso no será una sala de espejos. Será una exposición de majestad. Y no será de nosotros.
Si esto es cierto, y si Cristo es la realidad más majestuosa del universo, ¿qué debe ser su amor por nosotros? Seguramente no darnos mucha importancia. Eso no satisfaría nuestras almas. Fuimos creados para algo mucho mayor. Si vamos a estar tan felices como podamos, debemos ver y percibir la más gloriosa persona de todas, Jesucristo mismo. Esto significa que para amarnos, Jesús debe buscar la plenitud de su gloria y ofrecérnosla para nuestro regocijo. Es por eso que Él oró, la noche antes de su muerte: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria» (Juan 17:24). Eso era amor. «Yo les mostraré mi gloria». Cuando Jesús murió para reconquistar la plenitud de su gloria, murió por nuestro gozo. Amor es la tarea —a cualquier costo— de ayudar a las personas a estar cautivadas con lo que las satisfará más, es decir, Jesucristo. Así es como Jesús ama.
**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.
Lectura 48 ~ El porqué de la cruz
48
Cristo sufrió y murió . . .
PARA ALCANZAR SU GOZO Y EL NUESTRO
Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio,
y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2
El camino que conduce al gozo es un camino duro. Es duro para nosotros, y fue duro para Jesús. Le costó la vida. Y puede costárnosla a nosotros. «Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz». Primero la agonía de la cruz, después el éxtasis del cielo. No había otro camino. El gozo puesto delante de Él tenía muchos niveles. Era el gozo de la reunión con su Padre: «En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre» (Salmo 16:11). Fue el gozo del triunfo sobre el pecado: «Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas» (Hebreos 1:3). Era el gozo de los derechos divinos restaurados: «y [él] se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2). Era el gozo de estar rodeado con alabanzas del pueblo por quien murió: Habrá gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente, por no decir los millones que se arrepienten (Lucas 15:7).
¿Y qué de nosotros? ¿Ha entrado Él en el gozo y nos ha dejado en la miseria? No. Antes de morir, hizo la conexión entre su gozo y el nuestro. Dijo: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y que vuestro gozo sea completo» (Juan 15:11). Sabía cuál sería su gozo, y dijo: «Mi gozo estará en vosotros». Nosotros que hemos confiado en Él nos regocijaremos del gozo de Jesús tanto como le es posible experimentarlo a las criaturas finitas.
Pero el camino será duro. Jesús nos advirtió: «En el mundo tendréis aflicción» (Juan 16:33). «El discípulo no es más que su maestro … Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?» (Mateo 10:24-25). «Y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre» (Lucas 21:16-17). Ese es el camino que recorrió Jesús, y ese es el camino hacia el gozo, su gozo triunfante en nosotros, y nuestro gozo pleno.
Del mismo modo que la esperanza de gozo capacitó a Cristo para soportar la cruz, nuestra esperanza de gozo nos capacita para sufrir con Él. Jesús nos preparó para esto mismo cuando dijo: «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos» (Mateo 5:11-12). Nuestro premio será gozar a Dios con el verdadero gozo que el Hijo de Dios tiene en su Padre.
Si Jesús no hubiese muerto voluntariamente, ni Él ni nosotros podríamos alegrarnos jamás. Si hubiera sido desobediente, nosotros habríamos perecido en nuestros pecados. Su gozo y el nuestro fueron adquiridos en la cruz. Ahora lo seguimos en el camino del amor. Nosotros consideramos «que los sufrimientos de este tiempo presente no pueden compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18). Ahora soportamos reproches con Él. Pero entonces habrá un gozo sin merma. Todo riesgo que requiera el amor lo soportaremos. No con heroico poder, sino en la fortaleza de la esperanza de que «por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5).
**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.
Lectura 47 ~ El porqué de la cruz
47
Cristo sufrió y murió . . .
PARA RESCATARNOS DEL JUICIO FINAL
Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
Hebreos 9:28
El concepto cristiano de la salvación abarca pasado, presente y futuro. La Biblia dice: «Por gracia sois salvos por medio de la fe» (Efesios 2:8). Dice que el evangelio es el poder de Dios para nosotros que hemos sido salvos (1 Corintios 1:18). Y dice: «Ahora está más cerca de nosotros la salvación que cuando creímos» (Romanos 13:11). Hemos sido salvos. Estamos siendo salvados. Seremos salvos.
En cada etapa somos salvos por la muerte de Cristo. En el pasado, Cristo mismo pagó una vez por todas por nuestros pecados. Fuimos justificados por fe solamente. En el presente, la muerte de Cristo asegura el poder del Espíritu de Dios para salvarnos progresivamente del dominio y la contaminación del pecado. Y en el futuro, será la sangre de Cristo, derramada en la cruz, la que nos proteja de la ira de Dios y nos brinde protección y gozo.
Hay un juicio real que viene. La Biblia describe «una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios» (Hebreos 10:27). Esto nos llama a vivir «con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Hebreos 12:28-29).
Jesús advirtió al pueblo de su tiempo que huyeran de la ira venidera (Mateo 3:7). Porque Jesús mismo se manifestará «desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tesalonicenses 1:7-9).
Algunos cuadros de esta ira final de Dios son casi demasiado terribles para considerarlos. Irónicamente, es Juan, el «apóstol del amor», quien nos da la más grafica visión del infierno. El que rechaza a Cristo y da su adhesión a otro «beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira … y [será] atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no [tiene] reposo de día ni de noche» (Apocalipsis 14:10-11).
Hasta que sintamos alguna medida de temor acerca de la ira futura de Dios, probablemente no captaremos la dulzura con la cual la iglesia primitiva interpretó la tarea redentora de Cristo en el futuro. «[Esperarnos] de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1 Tesalonicenses 1:10). Jesucristo, y Él solamente, puede salvarnos de la ira venidera. Sin Él, seríamos barridos para siempre.
Pero cuando Él nos salve al final, será sobre la base de su sangre. «Cristo fue ofrecido una sola vez. para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Hebreos 9:28). El problema pecado quedó resuelto de una vez por todas. No es necesario ningún nuevo sacrificio. Nuestro escudo de la ira futura es tan seguro como el sufrimiento de Cristo en nuestro lugar. Por amor a la cruz, entonces, regocíjate en la futura gracia.
**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.
Lectura 46 ~ El porqué de la cruz
46
Cristo sufrió y murió . . .
PARA REUNIR A SUS OVEJAS DISPERSAS POR EL MUNDO
[CaifásJ no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
Juan 11:51-52
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Juan 10:16
Cuando vienes a ver, un burro puede hablar por Dios (Números 22:28). Y lo mismo un predicador o un sacerdote. Esto le ocurrió a Caifás, que era el sumo sacerdote en Israel cuando Jesús fue juzgado y condenado a muerte. Sin saber lo que decía, dijo a los líderes de Israel: «Nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca» (Juan 11:50). Esto tenía un doble significado. Caifás quería decir: Es mejor que Jesús muera que no que los romanos acusen a la nación de traición y destruyan al pueblo. Pero Dios tenía otro significado. Por eso, la Biblia dice: «[Caifás] no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Juan 11:51-52).
El mismo Jesús dijo la misma cosa con una diferente metáfora. En lugar de «hijos … dispersos», habló de «ovejas» fuera del redil de Israel: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor» (Juan 10:16).
Ambas maneras de decirlo son asombrosas. Enseñan que por todo el mundo hay personas que Dios ha escogido para ser alcanzadas y salvadas por Jesucristo. Hay «hijos de Dios … dispersos». Ellos son «ovejas no de este redil [judío]». Esto quiere decir que Dios es muy agresivo en reunir a su pueblo para su Hijo. Llama a su pueblo a hacer discípulos, pero también va delante de ellos. Tiene un pueblo escogido antes de que sus mensajeros lleguen allá. Así que Jesús habla de conversos que Dios ha hecho suyos y luego han sido llevados a Cristo. «Todo lo que mi Padre me da vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera … Tuyos eran, y me los diste» (Juan 6:37; 17:6).
Es asombroso que Dios tenga su mirada puesta en todos los pueblos del mundo y nombra un redil para sí, y entonces envía misioneros en el nombre de Cristo, y después dirige a sus escogidos en son evangelizador y los salva. No podrían ser salvos de otra manera. Las misiones son esenciales. «Las ovejas oyen su voz, y a sus ovejas llama por su nombre y las saca … y las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Juan 10:3-4).
Jesús sufrió y murió para que las ovejas puedan oír su voz y vivir. Eso es lo que Caifás dijo sin saberlo: «Jesús moriría… no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos». Él dio su vida para reunir las ovejas. Por su sangre compró la misericordia que hace su voz inconfundible para los suyos. Ore que Dios aplique esa misericordia a usted, y que usted pueda oírla y vivir.