Lectura 45 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA RESCATAR A LAS PERSONAS DE TODO LINAJE, LENGUA, PUEBLO Y NACIÓN

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
Apocalipsis 5:9

El escenario es el cielo. El apóstol Juan ha estado ofreciendo una perspectiva del futuro en las manos de Dios. «Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro … sellado con siete sellos» (Apocalipsis 5:1). Abrir el libro significa desplegar la historia del mundo en el futuro. Juan llora porque parece que no hay nadie que pueda abrir el rollo. Entonces uno de los seres celestiales dice, «No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido, para abrir el libro» (5:5). Esta es una referencia a Jesucristo, el Mesías. Él ha conquistado por su muerte y resurrección. Entonces Juan lo mira: «Vi en pie un Cordero, como inmolado» (5:6).

Entonces los seres celestiales alrededor del trono se postraron y adoraron a Cristo. Cantaron una nueva canción. Sorprendentemente, la canción anuncia que es la muerte de Cristo lo que lo hace digno de abrir el libro de la historia. La implicación es que la muerte de Cristo fue necesaria para lograr el propósito global de Dios en la historia. «y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (5:9).

Cristo murió para salvar a una gran diversidad de pueblos. El pecado no respeta culturas. Todos los pueblos han pecado. Cada raza y cultura necesita reconciliarse con Dios. Como la enfermedad del pecado es mundial, mundial es el remedio. Jesús vio venir la agonía de la cruz y habló osadamente sobre el alcance de su plan. «Si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo» (Juan 12:32). Al planear su muerte, abrazó al mundo entero.

El cristianismo comenzó en el Oriente. Con los siglos ha habido un importante cambio hacia Occidente. Pero cada vez más ahora, el cristianismo no es una religión de Occidente. Esto no es sorpresa para Cristo. Ya en el Antiguo Testamento su impacto mundial fue predicho: «Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» (Salmo 22:27). «Alégrense y gócense las naciones» (Salmo 67:4). Así que cuando Jesús llegó al final de su ministerio en la tierra, hizo explícita su misión: «Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones» (Lucas 24:46-47). El mandato a sus discípulos fue inequívoco: «Id y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28:19).

Jesucristo no es una deidad tribal. No pertenece a una sola cultura o grupo étnico. Él es el «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). «No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:12-13). Clama a Él ahora, y únete a la gran legión mundial de los redimidos.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 44 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESTRUIR LA HOSTILIDAD ENTRE LAS RAZAS

Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Efesios 2:14-16

La sospecha, el prejuicio y las actitudes degradantes entre judíos y gentiles (personas que no son judías) en tiempos del Nuevo Testamento, eran tan graves como las hostilidades raciales, étnicas y nacionales de nuestros días. Un ejemplo del antagonismo es lo que sucedió en Antioquía entre Cefas (algunas veces llamado Pedro) y Pablo. Pablo vuelve a contar la historia: «Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión» (Gálatas 2:11-12).

Pedro había estado viviendo en la libertad de Jesucristo. A pesar del hecho que era un judío cristiano, estaba comiendo con cristianos que no eran judíos. La pared divisoria había sido echada abajo. La hostilidad se había superado. Cristo murió precisamente para lograr esto. Pero entonces algunos judíos muy conservadores llegaron a Antioquía. Cefas se aterrorizó. Temió su crítica. Así, pues, se retiró de su fraternidad con los gentiles.

El apóstol Pablo vio lo que estaba pasando. ¿Qué iba a hacer? ¿Servir al estatus quo? ¿Mantener la paz entre los conservadores visitantes y los más liberados judíos cristianos de Antioquía? La clave de la conducta de Pablo se encuentra en estas palabras: «Vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio» (Gálatas 2:14). Esta es una declaración crucial. ¡La segregación racial y étnica es un tema del evangelio! El temor de Cefas y su retirada de la camaradería por razones étnicas no era «conforme a la verdad del evangelio». Cristo había muerto para echar abajo esta pared. Y Cefas la estaba levantando otra vez.

Así que Pablo no sirvió al estatus quo, y no mantuvo una paz que negaba el evangelio. Confrontó a Cefas públicamente. «Le dije a Cefas delante de todos, Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar» (Gálatas 2:14). En otras palabras, la retirada de Cefas de la camaradería con los cristianos que no eran judíos enviaba un mensaje fatal: hay que comportarse como judío para ser plenamente aceptable. Eso fue precisamente lo que Cristo abolió con su muerte.

Jesús murió para crear una forma totalmente nueva para la reconciliación de las razas. El ritual y las razas no son la base de una unión gozosa. Cristo lo es. Él cumplimentó la ley perfectamente. Todos los aspectos de la ley que separaban al pueblo terminaron en Él salvo uno: el evangelio de Jesucristo. Es imposible construir una unidad duradera entre las razas diciendo que todas las religiones pueden reunirse como igualmente válidas. Jesucristo es el Hijo de Dios. Dios lo envió al mundo como el solo y único medio de salvar a los pecadores y reconciliar las razas para siempre. Si negamos esto, socavamos los mismos cimientos de la eterna esperanza y eterna unidad entre los pueblos. Por su muerte en la cruz, algo cósmico, no parroquial, se alcanzó. Dios y hombre quedaron reconciliados. Solamente a medida que las razas encuentren y gocen esto se amarán y se gozarán entre sí para siempre. Al poner término a nuestro alejamiento de Dios, Cristo también lo supera entre las razas.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 43 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESATAR EL PODER DE DIOS EN EL EVANGELIO

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden;
pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.
1 Corintios 1:18

Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;
al judío primeramente, y también al griego.
Romanos 1:16

Evangelio quiere decir buenas noticias. Es noticia antes que teología. Una noticia es el anuncio de que algo significativo ha sucedido. Buenas noticias es el anuncio de que algo que ha ocurrido hará feliz al pueblo. El evangelio es la buena noticia, porque lo que anuncia puede hacer a las personas felices para siempre.

Lo que el evangelio reporta es la muerte y resurrección de Cristo. El apóstol Pablo hace explícita la calidad noticiosa del evangelio:

Además os declaro, hermanos, el evangelio … Cristo murió por nuestros pecados … fue sepultado … y apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún (1 Corintios 15:1-7).

Lo fundamental del evangelio es que «Cristo murió por nuestros pecados… fue sepultado… resucitó… y apareció a más de quinientas personas». El hecho de que dice que muchos de estos testigos aún vivían demuestra cuán verídico es el evangelio. Quiere decir que sus lectores podrían conocer a algunos testigos y preguntarles. El evangelio es noticia sobre hechos. Y los hechos eran comprobables. Había testigos de la muerte, el entierro y de su vida ya resucitado.

Lo trágico de todo es que, para muchos, estas buenas nuevas parecen locuras. Pablo dijo, «La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Corintios 1:18). Este es el poder que Cristo murió para desatar. «El evangelio … es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16).

¿Por qué no todos ven la muerte de Cristo como buena noticia? Hay que verla como cierta y buena antes de que podamos creerla. La pregunta, pues, es: ¿Por qué algunos ven esto como cierto y bueno y otros no? Una respuesta la da 2 Corintios 4:4: «El dios de este siglo [Satanás] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo». Además de eso, la naturaleza del hombre pecador en sí misma está muerta a la verdadera realidad espiritual. «El hombre natural no percibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son locura» (1 Corintios 2:14).

Si alguien va a ver el evangelio como cierto y bueno, la ceguera satánica y la muerte natural deben ser superadas por el poder de Dios. Por eso es que la Biblia dice que aun cuando el evangelio es locura para muchos, sin embargo, «para los llamados … Cristo [es] poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:24). Ese «llamado » es el misericordioso acto de Dios para quitar la muerte natural y la ceguera satánica, de modo que veamos a Cristo como la verdad y el bien. Este acto de misericordia es en sí mismo un regalo de Cristo comprado con sangre. Mírelo a Él y ore que Dios pueda capacitarlo para que vea y abrace el evangelio de Cristo.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 42 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESARMAR A LOS PRINCIPADOS YA LAS POTESTADES

Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Colosenses 2:14-15

Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
1 Juan 3:8

En la Biblia, «principados y potestades» pueden referirse a gobiernos humanos. Pero cuando leemos que sobre la cruz de Cristo despojó a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente y «triunfó sobre ellas», tiene que referirse a los poderes demoníacos que afligen al mundo. Una de las más explícitas declaraciones sobre estos poderes diabólicos está en Efesios 6:12. Allí se dice que los cristianos no luchan «contra carne ni sangre sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes».

Tres veces a Satanás se le llama «gobernador de este mundo». Cuando Jesús se acercaba ya a la última hora de su vida dijo: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera» (Juan 12:31). La muerte de Jesús fue la derrota decisiva del «príncipe de este mundo», el diablo. Y como Satanás se va, con él se van todos sus ángeles caídos. Todos ellos sufrieron un golpe decisivo o derrota cuando Cristo murió.

No que dejaran de existir. Nosotros luchamos contra ellos aún ahora. Pero son un enemigo derrotado. Nosotros sabemos que tenemos la victoria final. Es como si a un gran dragón le hubieran cortado la cabeza y estuviera revolviéndose y desangrándose antes de morir. La batalla está ganada. Pero debemos tener cuidado del daño que puede hacer.

En la muerte de Jesús, Dios estaba «anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz» (Colosenses 2:14; véase el capítulo 7). Así es como Jesús desarmó los principados y potestades y los exhibió públicamente. En otras palabras, si la ley de Dios ya no nos condena, porque Cristo canceló nuestra deuda, Satanás no tiene fundamento para acusarnos.

Acusar al pueblo de Dios era la gran tarea del diablo antes de Cristo. La misma palabra «Satanás» quiere decir «adversario o acusador». Pero vean lo que sucedió cuando Cristo murió. Estas son palabras del apóstol Juan: «Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos» (Apocalipsis 12:10). Esta es la derrota y el desarme de los principados y las potestades.

Ahora en Cristo no puede prevalecer ninguna acusación contra el pueblo de Dios. «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Romanos 8:33). Ni el hombre ni Satanás pueden hacer una acusación permanente. El caso legal está cerrado. Cristo es nuestra justicia. Nuestro acusador está desarmado. Si trata de hablar en la corte del cielo, la vergüenza cubrirá su rostro. ¡Oh, cuán osados y libres seríamos en este mundo si buscáramos servir a Cristo y amar a las personas! No hay condenación para los que están en Cristo. Vamos a apartarnos de la tentación del diablo. Sus promesas son mentiras y su poder está desmantelado.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 41 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA ASEGURAR NUESTRA RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte,
así también lo seremos en la de su resurrección.
Romanos 6:5

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros,
el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales
por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:11

Si somos muertos con él también viviremos con él.
2 Timoteo 2:11

Las llaves de la muerte estaban colgando en el interior de la tumba de Cristo. Desde afuera, Cristo pudo hacer muchas obras maravillosas, inclusive resucitar a una niña de doce años y a dos hombres de la muerte, sólo para que murieran otra vez (Marcos 5:41-42; Lucas 7:14-15; Juan 11:43-44). Si algunos iban a ser resucitados de entre los muertos, para no volver a morir, Cristo habría de morir por ellos, entrar en la tumba, tomar las llaves y abrir la puerta de la muerte desde adentro.

La resurrección de Jesús es un regalo de Dios y prueba de que su muerte fue totalmente efectiva en borrar los pecados de su pueblo y quitar la ira de Dios. Usted puede ver esto en las palabras «por lo cual». Cristo fue «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual, Dios también le exaltó hasta lo sumo» (Filipenses 2:8-9). Desde la cruz el Hijo de Dios exclamó: «Consumado es» (Juan 19:30). Y por medio de la resurrección, Dios el Padre exclama: «¡De veras fue consumado!» La gran obra de pagar por nuestro pecado y proveer nuestra justicia y satisfacer la justicia de Dios quedó completamente terminada en la muerte de Jesús.

Entonces, en la tumba, tuvo el derecho y el poder de tomar las llaves de la muerte y abrir la puerta para todo el que vaya a Él por fe. Si el pecado está pagado, la integridad ha sido suministrada y la justicia ha sido satisfecha, nada puede mantener a Cristo ni a su pueblo en la tumba. Es por eso que Jesús proclamó: «Estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Apocalipsis 1:18).

La Biblia resuena con la verdad de que pertenecer a Jesús significa que resucitaremos con Él. «Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la de su resurrección» (Romanos 6:5). «Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él» (1 Tesalonicenses 4:14). «y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder» (1 Corintios 6:14).

Aquí está la conexión entre la muerte de Cristo y nuestra resurrección: «El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la, ley» (1 Corintios 15:56). Esto significa que todos hemos pecado, y que la ley sentencia a los pecadores a la muerte eterna. Pero el texto continúa: «Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (versículo 57). En otras palabras, las exigencias de la ley están satisfechas por la vida y la muerte de Jesús. Por lo tanto, los pecados son perdonados. Por consiguiente, el aguijón del pecado ha quedado removido. Por lo tanto, aquellos que creen en Cristo no serán sentenciados a muerte eterna, sino que «serán resucitados incorruptibles … Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria» (1 Corintios 15:52,54). Asómbrese, y busque a Cristo. Él lo invita: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25).

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 40 ~ El porqué de la cruz

40

Cristo sufrió y murió . . .

PARA QUE ESTUVIÉSEMOS CON ÉL INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE LA MUERTE

[Cristo] murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos,
vivamos juntamente con él.
1 Tesalonicenses 5:10

Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor.
Filipenses 1:21, 23

Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor.
2 Corintios 5:8

La Biblia no ve nuestros cuerpos como algo malo. El cristianismo no es como algunas antiguas religiones griegas que trataban el cuerpo como una carga que con gusto soltamos. No, la muerte es un enemigo. Cuando nuestros cuerpos mueren, perdemos algo precioso. Cristo no está contra el cuerpo, sino a favor del cuerpo. La Biblia es clara en cuanto a esto: «El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo» (1 Corintios 6:13). Esta es una maravillosa declaración: ¡El Señor es para el cuerpo!

Pero no debemos ir tan lejos como para decir que sin el cuerpo no podemos tener vida y conciencia. La Biblia no enseña esto. Cristo murió no sólo para redimir el cuerpo, sino también para atar el alma tan estrechamente a sí mismo que, aun sin el cuerpo, estamos con Él. Este es un profundo consuelo en la vida y en la muerte, y Cristo murió para que pudiésemos gozar esta esperanza.

De una parte la Biblia habla sobre perder el cuerpo en la muerte como un tipo de desnudez para el alma: «Los que estamos en este tabernáculo [=el cuerpo] gemimos … porque no quisiéramos ser desnudados, sino revestidos» (2 Corintios 5:4). En otras palabras, nosotros más bien preferiríamos pasar directamente de aquí a la resurrección del cuerpo sin tiempo intermedio en la tumba. Eso es lo que experimentarán los que estén vivos cuando Cristo regrese del cielo.

Pero por otra parte, la Biblia celebra el tiempo intermedio, en el que nuestras almas están en el cielo y nuestros cuerpos en la tumba. Esta no es la gloria final, aunque es gloriosa. Leemos, «El vivir es Cristo, y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21). «¡Ganancia!» Sí, pérdida del cuerpo por una temporada. En un sentido «desnudados». Pero más que ninguna otra cosa, «¡ganancia!» ¿Por qué? Porque la muerte para el cristiano significa ir para la casa con Cristo. Como dice el apóstol Pablo, «[Tengo] deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor» (Filipenses 1:23).

«¡Mucho mejor!» Todavía no es en todo sentido lo mejor. Eso vendrá cuando el cuerpo sea resucitado en salud y gloria. Pero todavía «mucho mejor». Estaremos con Cristo en una forma que es más íntima, más «en casa». Por eso los primitivos cristianos decían: «Más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor» (2 Corintios 5:8). Los que creemos en Cristo no nos salimos de la existencia cuando morimos. No vamos a una clase de «sueño del alma»: Vamos a estar con Cristo. Estaremos «en casa». Esto es «mucho mejor». Esto es «ganancia».

Esta es una de las grandes razones por las que Cristo sufrió. «[Él] murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él» (1 Tesalonicenses 5:10). Como dormido, el cuerpo yace allí en la tumba. Pero nosotros vivimos con Cristo en el cielo. Esta no es nuestra esperanza final. Algún día el cuerpo resucitará. Pero aun así, estar con Cristo es algo inexpresablemente precioso.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 39 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA LIBRARNOS DE LA ESCLAVITUD DEL MIEDO A LA MUERTE

Por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
Hebreos 2:14-15

Jesús llamó a Satanás homicida. «El ha sido homicida desde el principio. Y no ha permanecido en la verdad … es mentiroso y padre de mentira» (Juan 8:44). Pero su principal interés no es matar. Es condenar. En realidad, prefiere que sus seguidores tengan vidas largas y felices para hacer mofa de los santos que sufren y esconder los horrores del infierno.

Su poder para condenar a seres humanos no reside en él, sino en los pecados que inspira y las mentiras que dice. La única cosa que condena a cualquiera es el pecado que no ha sido perdonado. Hechicerías, brujería, vudú, espiritismo, maldiciones, magia negra, apariciones, voces: nada de esto echa a una persona en el infierno. Estas son campanas y pitos del diablo. El arma letal que él tiene es el poder para engañarnos. Su principal mentira es que la exaltación propia es más de desear que la exaltación de Cristo, y el pecado, preferible a la justicia. Si esa arma pudiera quitársele de su mano, no tendría más el poder de la muerte eterna.

Eso es lo que Cristo vino a hacer: arrancar esa arma de la mano de Satanás. Para hacerlo, tornó sobre sí nuestros pecados y sufrió por ellos. Cuando esto ocurrió, el diablo no pudo seguir usándola para destruirnos. ¿Mofarse de nosotros? Sí. ¿Burlarse de nosotros? Sí. ¿Pero condenarnos? No. Cristo cargó con la maldición en lugar nuestro. Por mucho que lo intente, Satanás no puede destruirnos. La ira de Dios es quitada. Su misericordia es nuestro escudo. Y Satanás no puede tener éxito contra nosotros.

Para lograr este rescate, Cristo tenía que tomar una naturaleza humana, porque sin ella no podría experimentar la muerte. Sólo la muerte del Hijo de Dios podría destruir al que tenía el poder de la muerte. De ahí que la Biblia dice: «Por cuanto … los hijos participaron en carne y sangre [=tenía una naturaleza humana], él también participó de lo mismo [=tomó una naturaleza humana], para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14). Cuando Cristo murió por los pecados, le quitó al diablo su única arma letal: el pecado irredento.

La libertad del temor fue el objetivo de Cristo al hacer esto. Mediante la muerte libertó «a todos los que por el temor a la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre» (Hebreos 2:15). El temor a la muerte esclaviza. Nos hace tímidos y torpes. Jesús murió por darnos libertad. Cuando el temor a la muerte es destruido por un acto de amor sacrificíal, la servidumbre a la autopreservacíón fastidiosa y engreída es destruida. Somos liberados para amar como Cristo, aun al costo de nuestras vidas.

El diablo puede matar nuestro cuerpo, pero no puede ya más matar nuestra alma. Esta está segura en Cristo. Y aun nuestro cuerpo mortal resucitará algún. día: «El que levantó de entre los muertos a Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros» (Romanos 8:11). Somos el más libre de todos los pueblos. Y la Biblia no se equivoca en cuanto al objetivo de esa libertad: «Hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros» (Gálatas 5:13).

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 38 ~ El porqué de la cruz

38

Cristo sufrió y murió . . .

PARA CREAR UNA LEGIÓN DE SEGUIDORES CRUCIFICADOS

Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.
Lucas 9:23

El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
Mateo 10:38

Cristo murió para crear camaradas en el camino al Calvario. Calvario es el nombre de la colina donde lo crucificaron. Él sabía que el rumbo de su vida lo llevaría allá finalmente. En realidad, «afirmó su rostro» para ir allí (Lucas 9:51). Nada ocultaría su misión de morir. Él sabía dónde y cuándo eso tenía que pasar. Cuando alguien le advirtió, en camino a Jerusalén, que Él estaba en peligro del rey Herodes, Jesús desdeñó la idea de que Herodes pudiera interceptar el plan de Dios. «Id y decid a aquella zorra: He aquí yo echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra» (Lucas 13:32). Todo iba desarrollándose conforme a su plan. Y cuando el fin llegó y la turba lo arrestó la noche antes de morir, les dijo. «Todo esto sucede para que se cumplan las Escrituras de los profetas» (Mateo 26:56).

En un sentido, el camino al Calvario es donde todos encuentran a Jesús. Es verdad que Él ya ha caminado el camino, y muerto, y resucitado, y ahora reina en el cielo hasta que venga otra vez. Pero cuando Cristo encuentra una persona hoy, es siempre en el camino al Calvario, rumbo a la cruz. Cada vez que Él encuentra a alguien en el camino al Calvario dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lucas 9:23).

Cuando Cristo fue a la cruz, su objetivo fue llamar a una gran legión de creyentes que lo siguieran.

La razón de esto no es que Jesús tenga que morir otra vez hoy, sino que nosotros debemos hacerlo. Cuando Él nos convida a tomar nuestra cruz, quiere decir, ven y muere. La cruz era un lugar de horrible ejecución. Hubiera sido inconcebible en los días de Jesús usar una cruz como pieza de joyería. Habría sido como usar una silla eléctrica en miniatura o una soga para linchamiento. Sus palabras tienen que haber tenido un efecto aterrador. «El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí» (Mateo 10:38).

Hoy las palabras son solemnes. Significan por lo menos que cuando seguimos a Jesús como Salvador y Señor, el viejo yo voluntarioso, egoísta, debe ser crucificado. Debo cada día considerarme muerto al pecado y vivo para Dios. Ese es el camino de la vida: «Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús» (Romanos 6:11).

Pero la camaradería en el camino al Calvario significa más. Quiere decir que Jesús murió para que nosotros estemos dispuestos a llevar su vituperio. «Jesús … padeció fuera de la puerta… Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio» (Hebreos 13:12-13). Pero no sólo el vituperio. Si es necesario, el martirologio. La Biblia describe algunos de los seguidores de Cristo de esta manera: «y ellos han vencido [a Satanás] por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos y menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Apocalipsis 12:11). Así que el Cordero de Dios derramó su sangre para que nosotros podamos derrotar al diablo confiando en su sangre y derramando la nuestra. Jesús nos llama en el camino al Calvario. Es una vida dura y buena. Ven.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 37 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA LLAMARNOS A SEGUIR SU EJEMPLO DE HUMILDAD Y VALIOSO AMOR

Esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente, … Para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas.
1 Pedro 2:19-21

Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado.
Hebreos 12:3-4

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,  tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Filipenses 2:5-8

Imitación no es salvación. Pero la salvación trae imitación. Cristo no nos es dado primero como modelo, sino como Salvador. En la experiencia del creyente, primero viene el perdón de Cristo, luego el modelo de Cristo. En la experiencia de Cristo mismo, ellas vienen juntas: El mismo sufrimiento que perdona nuestros pecados nos ofrece un modelo de amor.

En realidad, sólo cuando experimentamos el perdón de Cristo puede Él convertirse en modelo para nosotros. Esto suena equivocado porque sus sufrimientos son únicos. No pueden ser imitados. Nadie sino el Hijo de Dios puede sufrir «por nosotros» en la forma que Cristo sufrió. Él llevó nuestros pecados en una forma que ninguno otro pudiera. Fue un sustituto sufriente. Jamás podremos duplicar esto. Fue una vez por todas, el justo por los injustos, El divino sufrimiento vicario por los pecadores es inimitable.

Sin embargo, este sufrimiento único, después de perdonar y justificar a los pecadores, los transforma en personas que actúan como Jesús: no como Él en perdonar, sino como Él en amar. Como Él en sufrimiento para hacer bien a otros. Como Él en no devolver mal por mal. Como Él en humildad y mansedumbre. Como Él en soportar pacientemente. Como Él en servidumbre. Jesús sufrió por nosotros de manera única, para que nosotros pudiéramos sufrir con Él en la causa del amor.

El apóstol de Cristo, Pablo, dijo que su ambición era primero participar en la justicia de Cristo por fe, y entonces compartir en sus sufrimientos en el ministerio. «[Pueda yo] ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo… a fin de … [participar] de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte» (Filipenses 3:9-10). La justificación precede y hace posible la imitación. El sufrimiento de Cristo para la justificación hace posible nuestro sufrimiento para la proclamación. Nuestro sufrimiento por otros no aparta la ira de Dios, sino que muestra lo que vale estar libre de la ira de Dios por el sufrimiento de Cristo. Esto conduce a las personas a Él.

Cuando la Biblia nos pide que todo lo soportemos «por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús» (2 Timoteo 2:10), quiere decir que nuestra imitación de Cristo conduce a las personas a Él, al único que puede salvar. Nuestro sufrimiento es crucial, pero sólo Cristo salva. Por tanto, vamos a imitar su amor, pero no tomar su lugar.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 36 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA CREAR UN PUEBLO CELOSO DE BUENAS OBRAS

[Cristo] se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad
y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.
Tito 2:14

En la fibra misma del cristianismo está la verdad de que somos perdonados y aceptados por Dios, no porque hayamos hecho buenas obras, sino para hacernos capaces y celosos de hacerlas. La Biblia dice: «[Dios] nos salvó… no por nuestras propias obras» (2 Timoteo 1:9, NVI). Las buenas obras no son el fundamento de nuestra aceptación, sino el fruto de ella. Cristo sufrió y murió no porque le presentamos a él buenas obras, sino «para purificar para él un pueblo… celoso de buenas obras» (Tito 2:14).

Este es el significado de la gracia. No podemos llegar a estar en buenas relaciones con Dios debido a nuestras obras. Estar a bien con Dios es un regalo. Sólo podemos recibirlo por fe, atesorándolo como un gran tesoro. Por eso es que la Biblia dice: «Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9). Cristo sufrió y murió para que las buenas obras sean el efecto, no la causa, de nuestra aceptación.

No es de sorprendernos, pues, la siguiente oración que dice: «Porque somos… creados en Cristo Jesús para buenas obras» (Efesios 2:10). Esto es, somos salvos para buenas obras, no por buenas obras. Y el objetivo de Cristo no es la mera capacidad de hacerlas, sino el celo por hacerlas. Por eso la Biblia usa la palabra «celo». Cristo murió para hacernos «celosos de buenas obras». Celo significa pasión. Cristo no murió sólo para hacer posibles las buenas obras ni para producir un entusiasmo a medias. Murió para producir en nosotros pasión por las buenas obras. La pureza cristiana no es la mera evitación del mal, sino la búsqueda del bien.

Hay razones por las que Jesús pagó el infinito precio de producir en nosotros celo por las buenas obras. Él dio la razón principal en estas palabras: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Dios recibe gloria por las buenas obras de los cristianos. Por esa gloria Cristo sufrió y murió.

Cuando el perdón y la aceptación de Dios nos han librado del temor, del orgullo y de la avaricia, estamos llenos con el celo de amar a otros del modo que Él nos ha amado. Arriesgamos nuestras posesiones y nuestras vidas puesto que estamos seguros en Cristo. Cuando amamos a otros en esta forma, nuestra conducta es contraria al encumbramiento y a la autopreservación. La atención es, pues, enfocada en nuestro transformador Tesoro y Seguridad: Dios.

¿Y cuáles son estas «buenas obras»? Sin limitar su alcance, la Biblia quiere decir principalmente ayudar a las personas en urgente necesidad, especialmente aquellos que poseen menos y sufren más. Por ejemplo, la Biblia dice: «Aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad» (Tito 3:14). Cristo murió para hacernos esta clase de personas, personas apasionadas en ayudar al pobre y al caído. Esta es la mejor vida, no importa cuánto nos cueste en este mundo. Ellos obtienen ayuda, nosotros obtenemos gozo y Dios recibe gloria.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.