Lectura 50 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA MOSTRARNOS QUE EL PEOR MAL DIOS LO ENCAMINA A BIEN

Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera.
Hechos 4:27-28

Lo más profundo que podamos decir sobre el sufrimiento y el mal es que, en Jesucristo, Dios tomó el mal y lo convirtió en bien. El origen del mal está rodeado de misterio. La Biblia no nos lleva tan lejos como quisiéramos ir. Más bien nos dice que las cosas secretas pertenecen a Dios (Deuteronomio 29:29).

Lo más importante en la Biblia no es la explicación de dónde proviene el mal, sino una demostración de cómo Dios entra en él y lo convierte en todo lo contrario: justicia y gozo permanentes. Había señales en las Escrituras a lo largo del camino de que esto sería así en cuanto al Mesías. A José, el hijo de Jacob, lo vendieron como esclavo en Egipto. Por diecisiete años Dios pareció abandonarlo. Pero Dios estaba en esto y lo hizo gobernador de Egipto, de modo que durante una gran hambruna pudo salvar a los mismos que lo vendieron. La historia se resume en una palabra de José a sus hermanos: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20). Fue una prefiguración de Jesucristo, que se vio abandonado a fin de salvar.

O considérese el antepasado de Cristo. Dios había sido el único rey en Israel. Pero el pueblo se rebeló y pidió un rey humano: «No, sino que habrá rey sobre nosotros» (1 Samuel 8:19). Más tarde confesaron: «A todos nuestros pecados hemos añadido este mal de pedir rey para nosotros» (1 Samuel 12:19). Pero Dios estaba en eso. Del linaje de aquellos reyes Dios trajo a Jesús al mundo. El inmaculado Salvador tuvo su origen terrenal en el pecado cuando vino a salvar a los pecadores.

Pero lo más asombroso es que el mal y el sufrimiento fueron el camino señalado a Cristo para vencer sobre el mal y el sufrimiento. Cada acto de traición y brutalidad contra Jesús fue pecaminoso y malo. Pero Dios estaba en eso. La Biblia dice: «[Jesús fue] entregado [a muerte] por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios» (Hechos 2:23). El latigazo en sus espaldas, las espinas en su cabeza, la escupida en su mejilla, los arañazos en su cara, los clavos en sus manos, el lanzazo en su costado, la burla de los gobernantes, la traición de su amigo, la deserción de sus discípulos: todo fue el resultado del pecado, y todo lo concibió Dios para destruir el poder del pecado. «Se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera» (Hechos 4:27-28).

No hay mayor pecado que odiar y matar al Hijo de Dios. No había mayor sufrimiento ni mayor inocencia que el sufrimiento y la inocencia de Cristo. Sin embargo, Dios estaba en todo eso. «Jehová quiso quebrantarlo» (Isaías 53:10). Su objetivo, a través del mal y el sufrimiento, fue destruir el mal y el sufrimiento: «Por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5). ¿No es cierto entonces que la pasión de Jesucristo Dios la encaminó a mostrar al mundo que no hay pecado ni mal tan grande que Dios, en Cristo, no pueda convertirlos en justicia y gozo eternos? El mismo sufrimiento que nosotros causamos se convirtió en la esperanza de nuestra salvación. «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 49 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA QUE SEAMOS CORONADOS CON GLORIA Y HONOR

Pero … a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte.
Hebreos 2:9

Estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
Filipenses 2:8-9

El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
Apocalipsis 5: 12

La noche antes de su muerte, sabiendo lo que venía, Jesús oró: «Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (Juan 17:5). Y así ocurrió: Fue «coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte» (Hebreos 2:9). Su gloria fue el premio de su padecimiento. Fue «obediente hasta la muerte… por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo» (Filipenses 2:8-9). Precisamente porque fue inmolado, el Cordero es «digno … de recibir la honra, la gloria y la alabanza» (Apocalipsis 5:12). La pasión de Jesucristo no simplemente precede a la corona: fue el precio, y la corona fue el premio. Murió para obtenerlo.

Muchas personas tropiezan con este punto. Dicen: «¿Cómo puede esto ser amor? ¿Cómo puede Jesús estar motivado para darnos gozo si lo que quiere es obtener su gloria? ¿Desde cuándo es la vanidad una virtud?» Esa es una buena pregunta, y tiene una maravillosa respuesta bíblica.

La respuesta descansa en aprender lo que es un gran amor. Muchos de nosotros hemos crecido pensando que ser amado significa que nos den mucha importancia. Nuestro mundo entero parece estar construido sobre esta suposición. Si yo te amo, te doy mucha importancia. Yo te ayudo a sentirte bien acerca de ti mismo. Es como si un vistazo del yo fuese el secreto del gozo.

Pero sabemos que hay algo mejor. Aún antes de llegar a la Biblia, sabemos que no es así. Nuestros momentos de mayor felicidad no han sido momentos de saturación de uno mismo, sino momentos de olvidarse de uno mismo. Ha habido tiempos cuando nos parábamos junto al Gran Cañón, o a los pies del Monte Kilimanjaro, o contemplábamos una asombrosa puesta de sol en el Sahara, y por un fugaz momento sentíamos el gozo de una verdadera maravilla. Para esto hemos sido creados. El Paraíso no será una sala de espejos. Será una exposición de majestad. Y no será de nosotros.

Si esto es cierto, y si Cristo es la realidad más majestuosa del universo, ¿qué debe ser su amor por nosotros? Seguramente no darnos mucha importancia. Eso no satisfaría nuestras almas. Fuimos creados para algo mucho mayor. Si vamos a estar tan felices como podamos, debemos ver y percibir la más gloriosa persona de todas, Jesucristo mismo. Esto significa que para amarnos, Jesús debe buscar la plenitud de su gloria y ofrecérnosla para nuestro regocijo. Es por eso que Él oró, la noche antes de su muerte: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria» (Juan 17:24). Eso era amor. «Yo les mostraré mi gloria». Cuando Jesús murió para reconquistar la plenitud de su gloria, murió por nuestro gozo. Amor es la tarea —a cualquier costo— de ayudar a las personas a estar cautivadas con lo que las satisfará más, es decir, Jesucristo. Así es como Jesús ama.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 48 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA ALCANZAR SU GOZO Y EL NUESTRO

Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio,
y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2

El camino que conduce al gozo es un camino duro. Es duro para nosotros, y fue duro para Jesús. Le costó la vida. Y puede costárnosla a nosotros. «Por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz». Primero la agonía de la cruz, después el éxtasis del cielo. No había otro camino. El gozo puesto delante de Él tenía muchos niveles. Era el gozo de la reunión con su Padre: «En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre» (Salmo 16:11). Fue el gozo del triunfo sobre el pecado: «Habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas» (Hebreos 1:3). Era el gozo de los derechos divinos restaurados: «y [él] se sentó a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2). Era el gozo de estar rodeado con alabanzas del pueblo por quien murió: Habrá gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente, por no decir los millones que se arrepienten (Lucas 15:7).

¿Y qué de nosotros? ¿Ha entrado Él en el gozo y nos ha dejado en la miseria? No. Antes de morir, hizo la conexión entre su gozo y el nuestro. Dijo: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y que vuestro gozo sea completo» (Juan 15:11). Sabía cuál sería su gozo, y dijo: «Mi gozo estará en vosotros». Nosotros que hemos confiado en Él nos regocijaremos del gozo de Jesús tanto como le es posible experimentarlo a las criaturas finitas.

Pero el camino será duro. Jesús nos advirtió: «En el mundo tendréis aflicción» (Juan 16:33). «El discípulo no es más que su maestro … Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?» (Mateo 10:24-25). «Y matarán a algunos de vosotros; y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre» (Lucas 21:16-17). Ese es el camino que recorrió Jesús, y ese es el camino hacia el gozo, su gozo triunfante en nosotros, y nuestro gozo pleno.

Del mismo modo que la esperanza de gozo capacitó a Cristo para soportar la cruz, nuestra esperanza de gozo nos capacita para sufrir con Él. Jesús nos preparó para esto mismo cuando dijo: «Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos» (Mateo 5:11-12). Nuestro premio será gozar a Dios con el verdadero gozo que el Hijo de Dios tiene en su Padre.

Si Jesús no hubiese muerto voluntariamente, ni Él ni nosotros podríamos alegrarnos jamás. Si hubiera sido desobediente, nosotros habríamos perecido en nuestros pecados. Su gozo y el nuestro fueron adquiridos en la cruz. Ahora lo seguimos en el camino del amor. Nosotros consideramos «que los sufrimientos de este tiempo presente no pueden compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse» (Romanos 8:18). Ahora soportamos reproches con Él. Pero entonces habrá un gozo sin merma. Todo riesgo que requiera el amor lo soportaremos. No con heroico poder, sino en la fortaleza de la esperanza de que «por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5).

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 47 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA RESCATARNOS DEL JUICIO FINAL

Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.
Hebreos 9:28

El concepto cristiano de la salvación abarca pasado, presente y futuro. La Biblia dice: «Por gracia sois salvos por medio de la fe» (Efesios 2:8). Dice que el evangelio es el poder de Dios para nosotros que hemos sido salvos (1 Corintios 1:18). Y dice: «Ahora está más cerca de nosotros la salvación que cuando creímos» (Romanos 13:11). Hemos sido salvos. Estamos siendo salvados. Seremos salvos.

En cada etapa somos salvos por la muerte de Cristo. En el pasado, Cristo mismo pagó una vez por todas por nuestros pecados. Fuimos justificados por fe solamente. En el presente, la muerte de Cristo asegura el poder del Espíritu de Dios para salvarnos progresivamente del dominio y la contaminación del pecado. Y en el futuro, será la sangre de Cristo, derramada en la cruz, la que nos proteja de la ira de Dios y nos brinde protección y gozo.

Hay un juicio real que viene. La Biblia describe «una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios» (Hebreos 10:27). Esto nos llama a vivir «con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor» (Hebreos 12:28-29).

Jesús advirtió al pueblo de su tiempo que huyeran de la ira venidera (Mateo 3:7). Porque Jesús mismo se manifestará «desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tesalonicenses 1:7-9).

Algunos cuadros de esta ira final de Dios son casi demasiado terribles para considerarlos. Irónicamente, es Juan, el «apóstol del amor», quien nos da la más grafica visión del infierno. El que rechaza a Cristo y da su adhesión a otro «beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira … y [será] atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos. Y no [tiene] reposo de día ni de noche» (Apocalipsis 14:10-11).

Hasta que sintamos alguna medida de temor acerca de la ira futura de Dios, probablemente no captaremos la dulzura con la cual la iglesia primitiva interpretó la tarea redentora de Cristo en el futuro. «[Esperarnos] de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1 Tesalonicenses 1:10). Jesucristo, y Él solamente, puede salvarnos de la ira venidera. Sin Él, seríamos barridos para siempre.

Pero cuando Él nos salve al final, será sobre la base de su sangre. «Cristo fue ofrecido una sola vez. para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (Hebreos 9:28). El problema pecado quedó resuelto de una vez por todas. No es necesario ningún nuevo sacrificio. Nuestro escudo de la ira futura es tan seguro como el sufrimiento de Cristo en nuestro lugar. Por amor a la cruz, entonces, regocíjate en la futura gracia.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 46 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA REUNIR A SUS OVEJAS DISPERSAS POR EL MUNDO

[CaifásJ no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.
Juan 11:51-52

También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.
Juan 10:16

Cuando vienes a ver, un burro puede hablar por Dios (Números 22:28). Y lo mismo un predicador o un sacerdote. Esto le ocurrió a Caifás, que era el sumo sacerdote en Israel cuando Jesús fue juzgado y condenado a muerte. Sin saber lo que decía, dijo a los líderes de Israel: «Nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca» (Juan 11:50). Esto tenía un doble significado. Caifás quería decir: Es mejor que Jesús muera que no que los romanos acusen a la nación de traición y destruyan al pueblo. Pero Dios tenía otro significado. Por eso, la Biblia dice: «[Caifás] no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos» (Juan 11:51-52).

El mismo Jesús dijo la misma cosa con una diferente metáfora. En lugar de «hijos … dispersos», habló de «ovejas» fuera del redil de Israel: «También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor» (Juan 10:16).

Ambas maneras de decirlo son asombrosas. Enseñan que por todo el mundo hay personas que Dios ha escogido para ser alcanzadas y salvadas por Jesucristo. Hay «hijos de Dios … dispersos». Ellos son «ovejas no de este redil [judío]». Esto quiere decir que Dios es muy agresivo en reunir a su pueblo para su Hijo. Llama a su pueblo a hacer discípulos, pero también va delante de ellos. Tiene un pueblo escogido antes de que sus mensajeros lleguen allá. Así que Jesús habla de conversos que Dios ha hecho suyos y luego han sido llevados a Cristo. «Todo lo que mi Padre me da vendrá a mí, y al que a mí viene, no lo echo fuera … Tuyos eran, y me los diste» (Juan 6:37; 17:6).

Es asombroso que Dios tenga su mirada puesta en todos los pueblos del mundo y nombra un redil para sí, y entonces envía misioneros en el nombre de Cristo, y después dirige a sus escogidos en son evangelizador y los salva. No podrían ser salvos de otra manera. Las misiones son esenciales. «Las ovejas oyen su voz, y a sus ovejas llama por su nombre y las saca … y las ovejas le siguen, porque conocen su voz» (Juan 10:3-4).

Jesús sufrió y murió para que las ovejas puedan oír su voz y vivir. Eso es lo que Caifás dijo sin saberlo: «Jesús moriría… no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos». Él dio su vida para reunir las ovejas. Por su sangre compró la misericordia que hace su voz inconfundible para los suyos. Ore que Dios aplique esa misericordia a usted, y que usted pueda oírla y vivir.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 45 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA RESCATAR A LAS PERSONAS DE TODO LINAJE, LENGUA, PUEBLO Y NACIÓN

Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación.
Apocalipsis 5:9

El escenario es el cielo. El apóstol Juan ha estado ofreciendo una perspectiva del futuro en las manos de Dios. «Vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro … sellado con siete sellos» (Apocalipsis 5:1). Abrir el libro significa desplegar la historia del mundo en el futuro. Juan llora porque parece que no hay nadie que pueda abrir el rollo. Entonces uno de los seres celestiales dice, «No llores. He aquí el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido, para abrir el libro» (5:5). Esta es una referencia a Jesucristo, el Mesías. Él ha conquistado por su muerte y resurrección. Entonces Juan lo mira: «Vi en pie un Cordero, como inmolado» (5:6).

Entonces los seres celestiales alrededor del trono se postraron y adoraron a Cristo. Cantaron una nueva canción. Sorprendentemente, la canción anuncia que es la muerte de Cristo lo que lo hace digno de abrir el libro de la historia. La implicación es que la muerte de Cristo fue necesaria para lograr el propósito global de Dios en la historia. «y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (5:9).

Cristo murió para salvar a una gran diversidad de pueblos. El pecado no respeta culturas. Todos los pueblos han pecado. Cada raza y cultura necesita reconciliarse con Dios. Como la enfermedad del pecado es mundial, mundial es el remedio. Jesús vio venir la agonía de la cruz y habló osadamente sobre el alcance de su plan. «Si fuere levantado de la tierra, a todos traeré a mí mismo» (Juan 12:32). Al planear su muerte, abrazó al mundo entero.

El cristianismo comenzó en el Oriente. Con los siglos ha habido un importante cambio hacia Occidente. Pero cada vez más ahora, el cristianismo no es una religión de Occidente. Esto no es sorpresa para Cristo. Ya en el Antiguo Testamento su impacto mundial fue predicho: «Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» (Salmo 22:27). «Alégrense y gócense las naciones» (Salmo 67:4). Así que cuando Jesús llegó al final de su ministerio en la tierra, hizo explícita su misión: «Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones» (Lucas 24:46-47). El mandato a sus discípulos fue inequívoco: «Id y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28:19).

Jesucristo no es una deidad tribal. No pertenece a una sola cultura o grupo étnico. Él es el «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). «No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Romanos 10:12-13). Clama a Él ahora, y únete a la gran legión mundial de los redimidos.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 44 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESTRUIR LA HOSTILIDAD ENTRE LAS RAZAS

Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Efesios 2:14-16

La sospecha, el prejuicio y las actitudes degradantes entre judíos y gentiles (personas que no son judías) en tiempos del Nuevo Testamento, eran tan graves como las hostilidades raciales, étnicas y nacionales de nuestros días. Un ejemplo del antagonismo es lo que sucedió en Antioquía entre Cefas (algunas veces llamado Pedro) y Pablo. Pablo vuelve a contar la historia: «Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión» (Gálatas 2:11-12).

Pedro había estado viviendo en la libertad de Jesucristo. A pesar del hecho que era un judío cristiano, estaba comiendo con cristianos que no eran judíos. La pared divisoria había sido echada abajo. La hostilidad se había superado. Cristo murió precisamente para lograr esto. Pero entonces algunos judíos muy conservadores llegaron a Antioquía. Cefas se aterrorizó. Temió su crítica. Así, pues, se retiró de su fraternidad con los gentiles.

El apóstol Pablo vio lo que estaba pasando. ¿Qué iba a hacer? ¿Servir al estatus quo? ¿Mantener la paz entre los conservadores visitantes y los más liberados judíos cristianos de Antioquía? La clave de la conducta de Pablo se encuentra en estas palabras: «Vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio» (Gálatas 2:14). Esta es una declaración crucial. ¡La segregación racial y étnica es un tema del evangelio! El temor de Cefas y su retirada de la camaradería por razones étnicas no era «conforme a la verdad del evangelio». Cristo había muerto para echar abajo esta pared. Y Cefas la estaba levantando otra vez.

Así que Pablo no sirvió al estatus quo, y no mantuvo una paz que negaba el evangelio. Confrontó a Cefas públicamente. «Le dije a Cefas delante de todos, Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar» (Gálatas 2:14). En otras palabras, la retirada de Cefas de la camaradería con los cristianos que no eran judíos enviaba un mensaje fatal: hay que comportarse como judío para ser plenamente aceptable. Eso fue precisamente lo que Cristo abolió con su muerte.

Jesús murió para crear una forma totalmente nueva para la reconciliación de las razas. El ritual y las razas no son la base de una unión gozosa. Cristo lo es. Él cumplimentó la ley perfectamente. Todos los aspectos de la ley que separaban al pueblo terminaron en Él salvo uno: el evangelio de Jesucristo. Es imposible construir una unidad duradera entre las razas diciendo que todas las religiones pueden reunirse como igualmente válidas. Jesucristo es el Hijo de Dios. Dios lo envió al mundo como el solo y único medio de salvar a los pecadores y reconciliar las razas para siempre. Si negamos esto, socavamos los mismos cimientos de la eterna esperanza y eterna unidad entre los pueblos. Por su muerte en la cruz, algo cósmico, no parroquial, se alcanzó. Dios y hombre quedaron reconciliados. Solamente a medida que las razas encuentren y gocen esto se amarán y se gozarán entre sí para siempre. Al poner término a nuestro alejamiento de Dios, Cristo también lo supera entre las razas.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 43 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESATAR EL PODER DE DIOS EN EL EVANGELIO

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden;
pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.
1 Corintios 1:18

Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree;
al judío primeramente, y también al griego.
Romanos 1:16

Evangelio quiere decir buenas noticias. Es noticia antes que teología. Una noticia es el anuncio de que algo significativo ha sucedido. Buenas noticias es el anuncio de que algo que ha ocurrido hará feliz al pueblo. El evangelio es la buena noticia, porque lo que anuncia puede hacer a las personas felices para siempre.

Lo que el evangelio reporta es la muerte y resurrección de Cristo. El apóstol Pablo hace explícita la calidad noticiosa del evangelio:

Además os declaro, hermanos, el evangelio … Cristo murió por nuestros pecados … fue sepultado … y apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún (1 Corintios 15:1-7).

Lo fundamental del evangelio es que «Cristo murió por nuestros pecados… fue sepultado… resucitó… y apareció a más de quinientas personas». El hecho de que dice que muchos de estos testigos aún vivían demuestra cuán verídico es el evangelio. Quiere decir que sus lectores podrían conocer a algunos testigos y preguntarles. El evangelio es noticia sobre hechos. Y los hechos eran comprobables. Había testigos de la muerte, el entierro y de su vida ya resucitado.

Lo trágico de todo es que, para muchos, estas buenas nuevas parecen locuras. Pablo dijo, «La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios» (1 Corintios 1:18). Este es el poder que Cristo murió para desatar. «El evangelio … es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16).

¿Por qué no todos ven la muerte de Cristo como buena noticia? Hay que verla como cierta y buena antes de que podamos creerla. La pregunta, pues, es: ¿Por qué algunos ven esto como cierto y bueno y otros no? Una respuesta la da 2 Corintios 4:4: «El dios de este siglo [Satanás] cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo». Además de eso, la naturaleza del hombre pecador en sí misma está muerta a la verdadera realidad espiritual. «El hombre natural no percibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son locura» (1 Corintios 2:14).

Si alguien va a ver el evangelio como cierto y bueno, la ceguera satánica y la muerte natural deben ser superadas por el poder de Dios. Por eso es que la Biblia dice que aun cuando el evangelio es locura para muchos, sin embargo, «para los llamados … Cristo [es] poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:24). Ese «llamado » es el misericordioso acto de Dios para quitar la muerte natural y la ceguera satánica, de modo que veamos a Cristo como la verdad y el bien. Este acto de misericordia es en sí mismo un regalo de Cristo comprado con sangre. Mírelo a Él y ore que Dios pueda capacitarlo para que vea y abrace el evangelio de Cristo.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 42 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA DESARMAR A LOS PRINCIPADOS YA LAS POTESTADES

Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.
Colosenses 2:14-15

Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
1 Juan 3:8

En la Biblia, «principados y potestades» pueden referirse a gobiernos humanos. Pero cuando leemos que sobre la cruz de Cristo despojó a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente y «triunfó sobre ellas», tiene que referirse a los poderes demoníacos que afligen al mundo. Una de las más explícitas declaraciones sobre estos poderes diabólicos está en Efesios 6:12. Allí se dice que los cristianos no luchan «contra carne ni sangre sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes».

Tres veces a Satanás se le llama «gobernador de este mundo». Cuando Jesús se acercaba ya a la última hora de su vida dijo: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera» (Juan 12:31). La muerte de Jesús fue la derrota decisiva del «príncipe de este mundo», el diablo. Y como Satanás se va, con él se van todos sus ángeles caídos. Todos ellos sufrieron un golpe decisivo o derrota cuando Cristo murió.

No que dejaran de existir. Nosotros luchamos contra ellos aún ahora. Pero son un enemigo derrotado. Nosotros sabemos que tenemos la victoria final. Es como si a un gran dragón le hubieran cortado la cabeza y estuviera revolviéndose y desangrándose antes de morir. La batalla está ganada. Pero debemos tener cuidado del daño que puede hacer.

En la muerte de Jesús, Dios estaba «anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz» (Colosenses 2:14; véase el capítulo 7). Así es como Jesús desarmó los principados y potestades y los exhibió públicamente. En otras palabras, si la ley de Dios ya no nos condena, porque Cristo canceló nuestra deuda, Satanás no tiene fundamento para acusarnos.

Acusar al pueblo de Dios era la gran tarea del diablo antes de Cristo. La misma palabra «Satanás» quiere decir «adversario o acusador». Pero vean lo que sucedió cuando Cristo murió. Estas son palabras del apóstol Juan: «Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos» (Apocalipsis 12:10). Esta es la derrota y el desarme de los principados y las potestades.

Ahora en Cristo no puede prevalecer ninguna acusación contra el pueblo de Dios. «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Romanos 8:33). Ni el hombre ni Satanás pueden hacer una acusación permanente. El caso legal está cerrado. Cristo es nuestra justicia. Nuestro acusador está desarmado. Si trata de hablar en la corte del cielo, la vergüenza cubrirá su rostro. ¡Oh, cuán osados y libres seríamos en este mundo si buscáramos servir a Cristo y amar a las personas! No hay condenación para los que están en Cristo. Vamos a apartarnos de la tentación del diablo. Sus promesas son mentiras y su poder está desmantelado.

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.

Lectura 41 ~ El porqué de la cruz

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Cristo sufrió y murió . . .

PARA ASEGURAR NUESTRA RESURRECCIÓN DE ENTRE LOS MUERTOS

Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte,
así también lo seremos en la de su resurrección.
Romanos 6:5

Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros,
el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales
por su Espíritu que mora en vosotros.
Romanos 8:11

Si somos muertos con él también viviremos con él.
2 Timoteo 2:11

Las llaves de la muerte estaban colgando en el interior de la tumba de Cristo. Desde afuera, Cristo pudo hacer muchas obras maravillosas, inclusive resucitar a una niña de doce años y a dos hombres de la muerte, sólo para que murieran otra vez (Marcos 5:41-42; Lucas 7:14-15; Juan 11:43-44). Si algunos iban a ser resucitados de entre los muertos, para no volver a morir, Cristo habría de morir por ellos, entrar en la tumba, tomar las llaves y abrir la puerta de la muerte desde adentro.

La resurrección de Jesús es un regalo de Dios y prueba de que su muerte fue totalmente efectiva en borrar los pecados de su pueblo y quitar la ira de Dios. Usted puede ver esto en las palabras «por lo cual». Cristo fue «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual, Dios también le exaltó hasta lo sumo» (Filipenses 2:8-9). Desde la cruz el Hijo de Dios exclamó: «Consumado es» (Juan 19:30). Y por medio de la resurrección, Dios el Padre exclama: «¡De veras fue consumado!» La gran obra de pagar por nuestro pecado y proveer nuestra justicia y satisfacer la justicia de Dios quedó completamente terminada en la muerte de Jesús.

Entonces, en la tumba, tuvo el derecho y el poder de tomar las llaves de la muerte y abrir la puerta para todo el que vaya a Él por fe. Si el pecado está pagado, la integridad ha sido suministrada y la justicia ha sido satisfecha, nada puede mantener a Cristo ni a su pueblo en la tumba. Es por eso que Jesús proclamó: «Estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades» (Apocalipsis 1:18).

La Biblia resuena con la verdad de que pertenecer a Jesús significa que resucitaremos con Él. «Si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la de su resurrección» (Romanos 6:5). «Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron con él» (1 Tesalonicenses 4:14). «y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder» (1 Corintios 6:14).

Aquí está la conexión entre la muerte de Cristo y nuestra resurrección: «El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la, ley» (1 Corintios 15:56). Esto significa que todos hemos pecado, y que la ley sentencia a los pecadores a la muerte eterna. Pero el texto continúa: «Gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo» (versículo 57). En otras palabras, las exigencias de la ley están satisfechas por la vida y la muerte de Jesús. Por lo tanto, los pecados son perdonados. Por consiguiente, el aguijón del pecado ha quedado removido. Por lo tanto, aquellos que creen en Cristo no serán sentenciados a muerte eterna, sino que «serán resucitados incorruptibles … Entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria» (1 Corintios 15:52,54). Asómbrese, y busque a Cristo. Él lo invita: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá» (Juan 11:25).

**Esta lectura está tomada de La Pasión de Jesucristo, por John Piper.